lunes, 14 de febrero de 2011

El grillete

A ver si te animás a sacarte los cerezos de la frente...
A ver si con un grito podés romper con los días y la gente que se pudre en tus mejillas...
A ver si descolgás esa sonrisa de circunstancia imprecisa.
De amistad pasiva. De inmunda y cómoda tibieza.
Añeja.
Rancia.
Espesa.
A ver si te veo alguno de estos días... desnudo, con los pies embarrados por la risa.
¿Cuanto tiempo mas necesitas caminar por la cornisa de un otoño destemplado?
Te estoy estrechando la mano de la locura, durazno de mis días.
Correr y no escapar, amigo... yo te acompaño.
Soltá el grillete del confort y el té de asno.
Rompamos con el peso de tus hombros y llenemos este aire de arándanos.
¿No te das cuenta que nadie escucha tu anécdota de ciegos?
¿No podés ver como tus hilos se van haciendo muecas en mis manos?
¿Crees realmente que el mundo tiñe tus vicios?
¿Cuanto tiempo mas vas a estar esperando a que en virtud a tus años de servicio, los mortales decidamos que es preciso hacer de tu historia algo sagrado?
Nada mas triste que un hombre que se pasa la vida contando cuentos de si mismo,
rezándole por dentro a su melancolía que desaparezca por un rato.
Querido amigo, lloro por vos que no sabés beber de tu llanto, para brotar en nuevas alegrías.
En tu honor, cobarde, también es que yo reencarno.

Y sino entendió lo escrito, quizás escuchar esto ayude...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Haga la prueba, sea espontaneo...