martes, 18 de diciembre de 2012

La hoja en blanco... (Los actores y la tiza)


Ella,
la hoja en blanco,
me galopa como un perro furibundo.
Me demanda sangre, aire, recreos, cigarros.
La miro, impoluta, estéril,
bañada de silencio. Vestida de reclamos.

Ella, la hoja en blanco, espera.
Espera la desidia de mi tinta que la esquiva.
Espera por mi musa.
Por mi inspiración, respira.

Aguarda somnolienta por el repiquetear del teclado.

Y yo camino.
Camino por la noche como un lobo. Vacío los relojes de sentido.
Deshago las palabras, las entrego como flores,
como agujas,
a los pasantes que me miran dormidos.

Entrego palabras, como cachetazos a los desconocidos.
Y me hago preso de mi mismo.
De mi timidez oculta.
Bañado en el fuego sumiso del desconfío.
Ardo.
Vomito letras sin motivo.
Me hago sumiso a los suspiros.
Me entrego.
Me miro.
Resisto.

Busco actores que encarnen el desafío.
Ellos, con su miel espesa,
esa que solo ellos emanan,
lamen las heridas,
cargan el fuego conmigo.
Arden ellos también.
Y se desangran...

Dejan la vida, por el juego de las palmas.
Esas, que cada tanto bailan el vals del desatino.

Y entonces miro...

La hoja en blanco ha quedado desvirgada.
Presa de tinta.
Impresa con el sudor de sus almas.
Esas almas
 que solo saben de sonrisas a la hora del aplauso.
Esas almas
que dibujan en un jardín de tiza cada hora calendario.

Las nuestras...
que ocultan en cada abrazo, el grito solitario de la vida.

Esa vida...
que cada día
se hace hoja en blanco.