lunes, 28 de febrero de 2011

Esta es mi casa

Esta es mi casa
con ecos de charla en el living
y transpiradas muecas en las almohadas.

Un hogar forjado en la trinchera,
con vista al enemigo.
Un oasis de café por las mañanas.

Con un cuadro,
el abrazo obrero.
Carpani y su linea me recuerdan a mi nido.
Una caricia de trazo fino a mi socio, el calendario.

Un rimmel olvidado en el baño,
que manchando de oscuro olvido,
dibuja al desprevenido
grotesco desengaño.

Esta es mi casa.
Hecha de cocina con te de durazno,
con olor a desayuno en los mosaicos.

Acá vive también un amigo,
que deambula noctambulo por las noches,
afilando sus uñas en los parlantes de mi equipo...
Le maulla a mi recién comprada soledad,
cantandole el arroz con leche a mis domingos,
Y despertando al lunes con alaridos felinos.

Esta es mi casa,
hecha de algo mas que de ladrillo.
Erguida con el cemento frío y rutinario del día a día.
Arte de hombres que saben hacerse de la vida:
un rincón familiar...
una poesía...

Aunque a veces este nublado
y caiga sobre mi techo
el beso suave de la melancolía...

En esos días me repito...
Esta es mi casa.


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viernes, 25 de febrero de 2011

Cantará el pueblo la canción del natalicio

Te fuiste,
dejandonos una plaza llena de  fuerza y de cantos.
Te fuiste calcinante...
transformando nuestra sangre en almibarado llanto.
Cruzaste la muralla de los hombres
hasta gritarle a la historia que repita mil veces tu nombre.

Y no te fuiste...
Quedaste en el recodo de cada esquina,
como meciéndote en el viento y rebotando en la sonrisa
de los que portamos tu bandera con orgullo.
No te fuiste...
Explotaste hasta hacerte primavera de pueblo
que camina con la mirada firme.
No te fuiste.
¿Como no cantarte hoy, la canción del natalicio?
Si apenas te perdiste por un rato,
jugueteando... serpenteando en el camino,
Calcinando con el fuego de tu pasión de hombre leyenda,
al cobarde vividor de carteras,
al simio que entre varios se desviste.

Será tu nombre susurrado entre las hojas de la plaza.
Será tu historia,
que ya es parte de la nuestra,
la que marque con afecto a este militante... tu soldado,
que hoy intenta, como puede,
con las gotas que salpican tu destino,
continuar el camino que nos diste.
 

jueves, 24 de febrero de 2011

Acerca de los grises, los blancos y los negros...

Y es que no puedo.
Mis venas no me dejan.
La razón se me nubla,
las uñas se crispan.
las voces se me mezclan.
Aullan todos mis silencios.
Hasta mi saliva se sincera...
se pone espesa.

Los latidos, tibios,
como miel de abeja,
se me agolpan en el pecho...
Mis ojos pardos, se detienen en el asco,
o en el abismo frío del desengaño.
Y mis hombros se afilan, ritmo constante
de hombre que camina,
de cortos pasos de vereda sincera.
Y me incomodo en el fango de las apariencias,
y los grises se deshacen hasta quemarse...
derretirse
 en el fuego abierto,
en la llamarada humeante...

Y entonces en mi noche solo quedan
los blancos y los negros.
Sin sobremesa.

Y las verdades, no se callan...
se gritan... a los cuatro vientos.

Las apariencias se las dejo
a los que toman té en su pieza.
Yo soy hombre de crayón,
de manos extendidas al abrazo,
o puños batientes de corralón.

No me pidan amistades asesinas.
No me pidan sonrisas de ocasión.
Yo no puedo asomarme en la cornisa,
vistiéndome únicamente para cantar mi canción.

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martes, 22 de febrero de 2011

Puntos suspensivos

Están los versos, los cuentos, las anécdotas,
las metáforas, los enigmas, los haikus,
los resúmenes, los manuscritos, las novelas,
las obras, los dichos, las citas de autor,
las adivinanzas, las fabulas, los diarios...
Están hasta las frases de calendario.

Está el anotador de mi cuarto y hasta la laptop del trabajo.

Están los teclados... las lapiceras,
Está el liquid, el borratinta, la goma,
la tachadura encubierta.

El alfabeto, el símbolo, el dibujo.

La firma, y hasta el resaltador que nunca uso.

Y sin embargo hay días, que lo único,
lo verdadero,
es agarrar algún agujero y poner en el asunto:

. (punto)
. (punto)
. (punto)


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lunes, 21 de febrero de 2011

Sobre el sexo, Volumen I

Coger:
Terminología: "Uh que ganas de cogerte toda"

Involucra sudor, es físico, con dos gotas de pasional burbujeo estomacal. Puede (o no) surgir la imperiosa necesidad de verbalizar los propios deseos o fantasías, así como también pueden surgir epítetos casi despectivos a la hora de transformar en palabras, los mórbidos deseos.Cuando se termina de coger, suele cerrarse la oferta con un reposar desnudo, transpirado e inmovil, acompañado de una caricia algo distante pero presente.

Hacer el amor:
Terminología: "Quiero hacerte el amor"

La actividad física es mas aleatoria. Suele tener picos de lujuria y desasosiego, seguidos de miradas asustadas, contemplativas y abrazos con olor a crayón o a patio de recreo. Las manos cobran un protagonismo febril en este proceso ya que las caricias se agolpan en las puertas del aliento, y un fervor hondo como un pozo nos invade y nos devuelve solo un grito. "Sos mia. Acá y ahora, sos mia y solo mia. Este momento nos pertenece y yo te pertenezco a vos". Es costumbre cuando se hace el amor, estar de lleno con la otra persona, pero puede suceder que alguno de los involucrados, se evada del electrico momento para perderse en una catarata ingobernable de preguntas sin respuesta que pueden (o no) ramificarse hasta el orgasmo.

Copular:
Terminología: "Necesito copular" 


Es el deseo hecho carne. El instinto básico y primitivo del deseo. Bajo, amigo del dolor de estomago. No suele pedir explicaciones ni atender a reclamos de buenas costumbres. Es la garganta seca que se queda afónica pidiendo agua. No necesariamente los interesados en copular deben de tener un motivo avalado o un deseo prolijo para acceder al acto. Esta batalla del impulso tiene, como gran placer, responder simplemente al punzante reclamo horizontal sin atender otra lógica que no sea esa. Suele suceder que el sujeto desee copular después de un tiempo alejado de lo prudente sin tener sexo. La necesidad de copular suele manifestarse después del mes de estática.

Atender:
Terminología: "¿querés que te atienda?" o "Necesito que me atiendan"

Suele tener un sujeto activo y un sujeto pasivo en el proceso. Ya que alguien esta siendo atendido o bien, alguien esta atendiendo. Para aquellos que toman el rol de sujeto atendido, la jornada es egoístamente placentera. El atendido suele solicitar impunemente que le hagan tal o cual cosa que es de su agrado, así como juzgar como lo están atendiendo de acuerdo a cuanto placer estén sintiendo en el momento. El atendedor, si bien se dedica mayoritariamente  a dar, puede (o no) encontrar un morboso placer en el oscuro desafío que su cabeza le confiere: Ser el mejor atendedor. El que mas y mejor placer le ha proporcionado al sujeto atendido. Suelen encontrarse atendidos en sujetos que acaban de terminar una relación y necesitan de manera urgente reencontrarse con algún tipo de sensación de placer. Los atendedores suelen ser hijos del bajo autoestima que necesitan constantemente de una aprobación ajena para reconfirmar que sus almitas no se están derritiendo en la heladera.

Realidad y confiabilidad en la verosimilitud de lo antes dicho: 24%


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domingo, 20 de febrero de 2011

Doncellas de sábado

Ellas caminan con pasos de taco alto.
Caminan con sangre en las suelas y se abren paso.
Bañadas en rimmel y en perfume dulzón y rancio,
coquetean con el olvido, y se ofrendan al descaro.

Ellas son amigas del pútrido Palermo,
teñido en Hollywood, asqueado en Soho,
lejos, muy lejos del Viejo.

Ellas sonríen con sonrisa de almanaque,
con mueca gastada, lánguida, berreta.
Sonríen al ojo imaginario, que seguro las acecha.

Ellas beben de la mueca burda.
De esa papeleta desecha que tienen por documento,
que poca prueba entrega de que son seres humanos.

Ellas beben...
Y se pierden, y se enredan,
hasta esculpirse en sombras que la noche les presta
para ocultar sus huecos y disimular sus pecas.

Salen a la caza de miradas que las peinen, que las mastiquen,
de otras miradas tan secas y pequeñas como las que ellas mismas visten.
Juegan en el ruidoso fango de los sábados.
Juegan el juego del silencio...
 y al ebrio descarado que las desnuda inadvertido,
lo miran con desprecio,
como si les debieran algo.

Ellas,
tristes,
vuelven a sus casas de cartón,
o de paja,
y se sinceran en las sabanas mientras las lagrimas les corren el rimmel.

Entonces ellas sueñan, con algún hombre de carne y no de estaño,
que quizás camine con algo mas que pasos.

Y entonces algún cuerpo cobarde, vuelve del baño o la cocina
y las desviste
 mientras ellas se tragan el llanto.

Las besan.

Las besa un labio ausente.
Les hincan el diente... como probando un bocado.
 Las penetra una lengua seca, amiga del alcohol y del cigarro.

Finalmente el orgasmo nunca llega,
 y el vacío les devela el desengaño.

Tendrán entonces que esperar a un nuevo sábado para calzarse las espuelas.
(No sea cosa que la soledad las mastique
 y el opaco roce del silencio les acaricie el destino).

Y mientras la semana se les pasa como un gato de vereda,
el espejo cada día les devuelve menos sueños.
Y el otoño, gota a gota,  las va callando.

Ellas,
las doncellas de sábado,  presas de su rimmel...

El vacío de Palermo, las destiñe... y lentamente...
de ellas...
solo queda el sonido de sus tacos apagados.

(Cuanto mas bellas son las mujeres de martes).


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viernes, 18 de febrero de 2011

Sinfonía del sabio calendario

Se siente como una gota de silencio cayendo sobre el pecho.
Tiene olor a cuerpo sudado y añejo.
Es como una mano que flota en el aire.
Como un ruido lejano, una charla distante.
Una mordida en la garganta.
Un peso en los hombros.
Un atardecer de enero.
Es como un abrazo parco... como un beso muerto.
Tiene sabor amargo, de saliva acobardada.
Como un gran suspiro largo, que va soltando el aire hasta hacerlo humo.
Con cada mate mañanero se va destiñendo...
vestido gris que decanta en un verde manso.

En algún momento y mientras va disimulando, el desamor, se hace ceniza...
y se vuela con el viento del olvido hasta hacerse cicatriz.
Luego marca...
luego letra noctambula.
Y por último, se hace recuerdo tibio, resignado.
Cada tanto burbujea un aguijón entre los labios,
pero suele deshacerse en el medio de la mañana.
Y va esparciéndose, como un átomo de polvo que vuelve a su origen...
para dar lugar a la sonrisa...
canción final del recorrido.
Sinfonía del sabio calendario,
que con sus pasos,
transforma todo amor
en casi nada.

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lunes, 14 de febrero de 2011

El grillete

A ver si te animás a sacarte los cerezos de la frente...
A ver si con un grito podés romper con los días y la gente que se pudre en tus mejillas...
A ver si descolgás esa sonrisa de circunstancia imprecisa.
De amistad pasiva. De inmunda y cómoda tibieza.
Añeja.
Rancia.
Espesa.
A ver si te veo alguno de estos días... desnudo, con los pies embarrados por la risa.
¿Cuanto tiempo mas necesitas caminar por la cornisa de un otoño destemplado?
Te estoy estrechando la mano de la locura, durazno de mis días.
Correr y no escapar, amigo... yo te acompaño.
Soltá el grillete del confort y el té de asno.
Rompamos con el peso de tus hombros y llenemos este aire de arándanos.
¿No te das cuenta que nadie escucha tu anécdota de ciegos?
¿No podés ver como tus hilos se van haciendo muecas en mis manos?
¿Crees realmente que el mundo tiñe tus vicios?
¿Cuanto tiempo mas vas a estar esperando a que en virtud a tus años de servicio, los mortales decidamos que es preciso hacer de tu historia algo sagrado?
Nada mas triste que un hombre que se pasa la vida contando cuentos de si mismo,
rezándole por dentro a su melancolía que desaparezca por un rato.
Querido amigo, lloro por vos que no sabés beber de tu llanto, para brotar en nuevas alegrías.
En tu honor, cobarde, también es que yo reencarno.

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Desvelo

Cálido refugio de silencios y de almohadas.
Cruel rocío que congela tu mirada.
Dolor de pueblo llevo en el vientre.
Dolor simple, de hombre ceniza que vuela en el tiempo,
que se escurre como el recuerdo de tu abrazo.
Esa hora en donde tu pasado se me hace tiza,que me marca...
que me astilla...
Mis dedos extrañan tu carne... tibia,
como el beso húmedo que me despertaba todas las mañanas...
Dulce... dolor dulce y rojo que se agita y me sorprende, enredado entre las sabanas.
Como arde tu recuerdo cuando sabe a pasado.
Como duele el eco de tu abrazo.
Quisiera que la noche grite mi quebranto.
  Que el fuego te devore, te haga polvo.
Quisiera que el río se lleve este canto ahogado.
Pero acá estás, tan real, como este desvelo.
Tan exacta como un aroma que me estoy olvidando...
Tan sutil, como ese sonido, que hace ruido entre tanto desencanto.

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Crónica de un velorio sin muerto - (Nota escrita para el periódico Desde Boedo en referencia a la muerte de Nestor)



Se hace difícil tratar de volcar en palabras, lo que se vivió en Plaza de Mayo. Se agotan los sinónimos, el alfabeto me renuncia. Puedo decir que ni bien bajé del subte E, tan solo de sentir el rumor calido del pueblo unido, me invadieron las lágrimas. Y por un rato me cegaron. A tientas trate de adivinar el comienzo de la procesión hacia Casa Rosada. Empecé a caminar entonces hacia atrás. Cuadras y cuadras retrocediendo, cuadras y cuadras de gente en fila simple; de familias, de jóvenes, de banderas. Gente  de a pie, trabajadores de casco, trabajadores de corbata, cantando, vivando. Camine por Av. de Mayo hasta bordear la 9 de Julio. La cola doblaba y se introducía en Rivadavia. Por Rivadavia eran varias cuadras hasta la catedral. Recién ahí se atisbaba un comienzo de fila que recibía incesantemente nuevos visitantes. Lloré y seguí llorando con lágrimas confusas. Con una mezcla agitada de pena y esperanza. Una mano ajena y desconocida me dio fuerzas. Sentí una palmada. No distinguí demasiado bien quien me contenía pero no importaba. Nos dábamos fuerzas todos. “Olelelé… olalá… si este no es el pueblo el pueblo donde está”. La fila avanzó lenta pero hacerla no pesaba. Cada paso que nos acercaba hacia Casa Rosada nos llenaba de esperanza.


Con mis 26 años, fue la primera vez que me sentí caminando por la historia. La primera vez que no la veía desde los libros, ni me la contaba un abuelo con la mirada añeja y afiebrada.


Al pisar los primeros pastos de la plaza, luego de muchas horas de paciente caminata, una mezcla de orgullo y tenue silencio nos abombaba. Nosotros, el pueblo, habíamos estado cantando casi incesantemente. El pueblo militante, el pueblo trabajador, el pueblo autoconvocado. Todo el pueblo, o por lo menos esa parte que no necesita que le toquen el bolsillo para ir a la plaza. Estábamos por necesidad. Empujados por un deseo muy profundo de estar. De darnos aliento, de sentirnos juntos, de brindar nuestro afecto, hacia nosotros y hacia aquellos a los que el roce opaco de la muerte se les hizo más cercano, más personal. Un abrazo se nos hincaba en los huesos a cada caminante de la procesión. Con paciencia ofrendábamos nuestra alegría y constancia a una plaza que supo tantas veces ser tan negra, y en este 28 de Octubre, se nos hacia contradictoriamente iluminada. Y así fue que mientras pasábamos el arco de la Casa Rosada, ese abrazo se nos colaba entre los dedos, nos calcinaba el vientre mientras los cantos se atenuaban. Ahí estaba ella. Erguida, entera. Alguien gritó fuerza Cristina y ella simplemente se llevó las manos al corazón. Agradecía. Detrás del reparo de sus lentes gruesos, se la veía. Entera. Erguida. Mi vergüenza simplemente me permitió mirarla y llevarme también las manos al pecho. El abrazo se me hizo fuego en la sangre. ¡Fuerza Cristina! Pensé por dentro.


Momentos después, ya saliendo de la Rosada, me dí cuenta. No miré hacia el cajón. Quizás fue que no pude. Quizás fue el vértigo del momento. O quizás fue, que no necesité mirarlo. Después de todo, quien puede decirme que Nestor está muerto. Nadie que haya estado en la plaza lo dirá. Podrá decirlo un doctor, podrá decirlo la placa mortecina de un canal de noticias… Pero después de todo, nunca confié demasiado en las placas de noticias. Y los médicos con su ciencia estricta, obvian la magia de lo inexacto. Nestor, fiel a su estilo, seguramente hizo la fila con cada uno de nosotros, hizo chistes, cantó “Andate Cobos”. Es más, quien sabe… permítanme que me ilusione. A lo mejor fue de Nestor aquella palmada anónima que me dio aire. En definitiva, esa palmada la sentimos todos los que caminamos con fuerza las calles de la historia.

domingo, 13 de febrero de 2011

Suerte de carta abierta a mi mismo

He renacido, podría decirse.

Me corrijo. Renacer sería algo parecido a nacer de nuevo. Ser una especie de bebe impoluto con su foja a cero. Limpio del polvo y el barro con el que la vereda suele peinar al caminante. No. No renací.

No estoy tomando del biberón insípido de los inocentes. Soy algo bastante parecido a un culpable. Uno mas, después de todo, de esos transeúntes de vereda hostil que peinan con ojos opacos el parco lagrimeo del desengaño. O si bien se prefiere, sin metáforas que jugueteen con el paladar del lector, soy uno mas de tantos, que de un desengaño han encontrado su fortaleza.

No soy un sobreviviente ni me dedico a erguirme a mi mismo en ninguna estatua de prócer de plaza. Soy un hombre, un pibe, un muchacho, según la ocasión me vista, que aspira a algo mas que a pudrirse en el nutrido fango del desasosiego.

Podría cantar la canción del despechado, y escupir epitetos acerca de como las mujeres pueden, con un coqueto parpadear de pestañas rimmeladas, dejarlo a uno recostado en la vereda, desnudo, rezando el padrenuestro y suplicando a gritos un abrazo sanador. Podría describir sin ni siquiera apoyar los dedos en mi parco teclado,  todas las horas en que el  carcelero calendario, se disfrazó de tristeza y moretones, de preguntas susurradas al silencio, de almuerzos teñidos de asco.

Pero quizás sea un milagro mas oportuno, rendirle homenaje al rescatista que volvió a hacer de mí un hombre... un pibe... un muchacho. Ese amigo omnipresente, que me rescató de las fauces de mi otoño.
No fuí otro sino yo, amigo de mi mismo, el que enterró con la sonrisa del café y los desayunos, a la lagrima sedienta que aspiraba a bocanadas mis horarios.

Y es que no hay nada mejor para un desencanto, que ese día inesperado, en donde el espejo nos devuelve a un compañero. No hay nada mas real ni mas humano, que sentirse amigo de uno mismo y entonces sí... elegir con la certeza del viajante nómade, el destino mas inmediato que uno puede regalarse. El hoy.

Y sino entendió lo escrito... quizas escuchar esto ayude...