domingo, 8 de mayo de 2011

El tibio y su esquina

Tomaba de a sorbos su café y miraba por la ventana, escapándose de la velada con airoso silencio.
Se daba descanso en un soponcio ausente. Jugaba a callar su desconfío y arremetía un opaco asentimiento ocultando el fuego de su codicia bajo una mascara descascarada de modestia:

El, un hombre manso, de modales correctos y palabras certeras, sobrevivía las conversaciones con sutil prestancia. Nunca arriesgaba una condena. En el fragor de cada batalla cotidiana, elegía evitar las asperezas. 

Así fue como un día, su cuerpo en descanso, se vio sorprendido por una pasión. En un principio, quiso domarla y la encausó con frases hechas y corbatas de ocasión. 

Pero la sangre, fiel condena del escarnio, jugó con sus horarios y le burbujeó su espesura.

Entonces el tibio, con su agenda despeinada, quiso bancar la parada y decidió una postura. Sin compromiso ni holgura, evito desangrarse y levitó su razón en fresca postura desinteresada.

La pasión entonces le largó una carcajada y nunca mas volvió.

Allí pasa las horas el pobre tibio, en una esquina desmadrada, 
como un paria desdentado, 
como una caña sin carnada, 
soñando con que algún día haga uso de su horario
 una canción que lo saque del calvario.
Envuelto en un silencio que lo llama 
a nunca mas desoír su corazón.

Y sino entendió lo escrito...  

jueves, 5 de mayo de 2011

Cosas que pasan

Una noche puede pasarte que las estrellas brillen un poco mas que de costumbre.
Puede pasarte que estés lejos, con la mirada en silencio y las manos agotadas goteando tristeza por entre los dedos. 
Y recuerdes un beso, un olor; un amor apagado. 
Puede pasarte que tus codos se arruguen buscando un abrazo. 
Y entonces recuerdes dormir a su lado, sentir su aliento tibio galopandote en la nuca.  Sus manos jugueteando en tu pecho y  su risa endulzando tu luna.

Puede pasarte que no recuerdes lo malo y simplemente elijas aquel verano cuando creíste que el mundo era un lugar sencillo. Tu calle era una victoria y tus pasos eran mas livianos. 

Puede pasarte que recuerdes solo sus risas juguetonas y sus besos almibarados.

 Puede pasarte que no entiendas el porque, ni el como, ni el cuando.

Entonces querrás gritarle al mundo su estafa pero la voz no te alcanzará para tanto. Apenas te quedaran migajas de aliento para soplarte el desencanto. 
Y entonces el gusto de la resignación va a saber amargo. 
Entonces un sonido noctambulo te dirá un secreto triste. Y vas a abrazarte a vos mismo. Y las lagrimas te patinarán los labios. Te dolerá el vientre, pero no tendrás mas ganas de seguir gritando. 
Te dejarás caer en la almohada, acariciándote el pelo, sabiendo que mañana seguirás viviendo y quizás el mundo no te espere con un canto alegre, pero vas a saber cantar.

Y vas a seguir cantando.